Aquel evento que ni pudo ser previsto ni, de haberlo sido, podría haberse evitado. Se diferencia del caso fortuito. La doctrina jurídica coincide en señalar que, si bien en ocasiones se puede obligar a una persona (deudor) a cumplir un deber jurídico (obligación), que incumplió por caso fortuito, no se puede exigir nunca una obligación que se incumplió por fuerza mayor.